El crecimiento demográfico de las economías avanzadas está disminuyendo, la esperanza de vida se está prolongando y la cantidad de personas de edad está aumentando a paso agigantado. Como los trabajadores de más edad participan menos en el mercado de trabajo, el envejecimiento de la población podría enfriar el crecimiento y, en muchos casos, poner en peligro la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social. Pero como muestra nuestro estudio publicado en el capítulo 2 de la edición de abril de 2018 del informe Perspectivas de la economía mundial (informe WEO, por sus siglas en inglés) las políticas tienen un margen considerable para mitigar las fuerzas del envejecimiento al permitir que quienes lo desean puedan trabajar.
Diferencias notables
En la última década, el envejecimiento de la población se aceleró significativamente en casi todas las economías avanzadas, a medida que la cohorte excepcionalmente grande de personas nacidas en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial comenzó a acercarse a la edad de jubilación. El coeficiente de dependencia (medido como la cantidad de personas de 65 años o más como porcentaje de la cantidad de personas de 20 a 64 años de edad) en el país mediano aumentó de 27% en 2008 a 34% en la actualidad; para 2050, subiría a un notable 55% a medida que se aceleren las tendencias demográficas.
Sin embargo, aunque el envejecimiento ya está ejerciendo presión en la oferta de mano de obra, existen considerables diferencias en términos de la evolución y la composición de las tasas de participación agregadas en la fuerza laboral —definidas como la fracción de la población de 15 años de edad o más que está trabajando o buscando empleo— en las economías avanzadas.
Por ejemplo, la participación de la mujer ha aumentado drásticamente desde mediados de la década de 1980. Últimamente, la participación repuntó bastante entre los trabajadores de más edad, a la vez que disminuyó entre los jóvenes. En casi todas las economías avanzadas, los hombres en edad más activa, sobre todo los que han alcanzado un logro educativo más bajo, han quedado cada vez más separados de la fuerza laboral. Estados Unidos es el ejemplo más destacado entre las economías avanzadas de una disminución de la participación en la fuerza laboral por parte tanto de la mujer como del hombre en edad más activa.
Diversas fuerzas en acción
Nuestro estudio resalta las diversas fuerzas que se esconden detrás de estas distintas tendencias entre países y grupos de trabajadores. Analizando los patrones históricos de la participación agregada e individual en la fuerza laboral de las economías avanzadas, cuantificamos la importancia relativa del envejecimiento y de los ciclos económicos, las políticas y las instituciones del mercado laboral, factores estructurales como el surgimiento del sector de los servicios, la exposición y la resiliencia ante fuerzas mundiales, como los avances tecnológicos y el comercio internacional, y su influencia en las decisiones de las personas de entrar, seguir, o reincorporarse a la fuerza laboral. El gráfico que aparece a continuación ilustra la contribución de estos factores a las variaciones de la participación de diversos grupos de trabajadores entre 1995 y 2011 en la economía avanzada promedio.
Nuestras observaciones llevan a pensar que el envejecimiento y los efectos de la crisis financiera internacional pueden explicar una parte significativa de la disminución de la tasa de participación de los hombres observado durante la última década. Ahora bien, la creciente participación de la mujer durante el mismo período demuestra que las políticas pueden desempeñar un papel importante en las decisiones sobre la oferta laboral, y pueden ayudar a contrarrestar las fuerzas del envejecimiento.
Hemos determinado que las políticas y las instituciones del mercado laboral, tales como la desgravación de las prestaciones, el gasto público en programas laborales activos (como la capacitación) y las políticas destinadas a estimular la participación de determinados grupos de trabajadores, sumados a los avances en términos del logro educativo y los cambios estructurales, explican el grueso del drástico aumento observado en la participación en la fuerza laboral de las mujeres en edad más activa y de los trabajadores de la tercera edad en las tres últimas décadas. Las políticas más propicias lanzadas en Europa y el mayor logro educativo de las mujeres europeas en edad más activa también pueden dar cuenta de la notable diferencia registrada en las tendencias de participación comparadas con las de Estados Unidos.
Por otra parte, la automatización —que no por eso deja de ser beneficiosa para la economía en su conjunto— ha lastrado las tasas de participación en la mayor parte de los grupos de trabajadores, con efectos negativos más persistentes en Estados Unidos que en Europa. Observamos que las personas cuya ocupación actual o pasada es más vulnerable a la automatización tienen significativamente más probabilidades de abandonar la fuerza laboral. Ahora bien, es alentador constatar que las políticas encaminadas a mejorar la compaginación de la oferta y la demanda laboral pueden neutralizar en parte ese efecto. El aumento del gasto en educación y los programas laborales activos, junto con el acceso a mercados laborales más diversos, tienden a atenuar el vínculo negativo entre la automatización y la participación en la fuerza laboral. Sin embargo, las autoridades deberían tener en cuenta lo difícil que es el ajuste al avance tecnológico en algunos sectores, ocupaciones y zonas geográficas.
Cómo promover la participación en la fuerza laboral
Las políticas que alientan a los trabajadores a unirse a la fuerza laboral o a no abandonarla, y las que los ayudan a encontrar un equilibrio entre su vida familiar y laboral, pueden promover la participación. El gasto público en los cuidados y la educación durante la primera infancia, los sistemas de flexitrabajo y la licencia por maternidad podrían atraer a la mujer a la fuerza laboral. En el caso de los trabajadores de más edad, reducir los incentivos de jubilación anticipada subiendo la edad de jubilación o mejorando la equidad actuarial de los sistemas de pensiones podría prolongar la vida profesional, aunque estas reformas no deberían poner en peligro otros objetivos, tales como una red básica de protección social para las personas vulnerables.
Sin embargo, en última instancia, la transformación dramática de la estructura demográfica que se proyecta en las economías avanzadas podría privar a las políticas de la capacidad para neutralizar completamente las fuerzas del envejecimiento. Nuestras simulaciones ilustrativas, reproducidas en el gráfico, llevan a pensar que la participación agregada terminará disminuyendo, incluso si las diferencias entre los sexos desaparecen por completo, y que la participación de los trabajadores de más edad tendría que aumentar significativamente para contrarrestar la disminución de la participación agregada. La adopción de políticas que podrían considerarse óptimas desde el punto de vista de la participación en la fuerza laboral podría mitigar en parte el efecto negativo generado por el envejecimiento.
A menos que los avances tecnológicos se traduzcan en aumentos compensatorios de la productividad, muchas economías avanzadas posiblemente tengan que replantearse las políticas inmigratorias para realzar la oferta de mano de obra, paralelamente a políticas que alienten a los trabajadores de más edad a posponer la jubilación. Aunque la entrada de inmigrantes podría causar dificultades en los países que los reciben, todo intento por limitar la migración internacional agudizaría más las presiones demográficas.